Cuando aprendes a montar en bicicleta una gran sonrisa aparece en tu rostro. Los nervios y la emoción se conjugan para dar paso a una sensación que bien podemos llamar felicidad; has convertido en realidad algo que querías realizar desde hace tiempo. Hoy, de repente, un nuevo horizonte de libertad se asoma por delante del manillar de la bici y, casi con ansias, tienes ganas de acariciar ese horizonte, de tocarlo, de estar sobre él pedaleando y pedaleando...
Decía un alumno del Aula de la Bici: "Antes creía que era la única persona adulta que no sabía montar en bicicleta, pero conocer gente a la que le ocurría lo mismo y compartir esta experiencia, es algo que no olvidaré"
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